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LA ENCUESTA COMO TEXTO: UN ENFOQUE CUALITATIVO.

V Congreso Español de Sociología. Granada, septiembre 1995

Grupo de Trabajo: Metodología
Primera Sesion: Pluralidad y desarrollos en la metodología cualitativa

Pablo Navarro, Universidad de Oviedo

Resumen.

La encuesta estadística es el instrumento más ampliamente utilizado en la investigación social de carácter cuantitativo e inspiración positivista. En este marco, la encuesta se concibe como un instrumento de observación clásico o de 'primer orden'. Pero la encuesta es, en realidad, un instrumento de observación de 'orden superior': un dispositivo observacional que suscita en su objeto, a su vez, procesos de observación. La concepción positivista de la encuesta suele presuponer varios postulados básicos. Primero, el postulado de objetividad: las realidades que la encuesta pretende investigar existen objetivamente, con independencia de la percepción que tengan de ellas los sujetos individuales. Segundo, el postulado de transparencia: esas realidades son conocidas inequívocamente por tales sujetos.

Por último, el postulado de universalidad: ese conocimiento se da de manera generalizada entre los sujetos en cuestión. Sólo a partir de la asunción de esos postulados tiene sentido afirmar el principio de equivalencia en el que descansa el análisis estadístico de los resultados de la encuesta, a saber: respuestas idénticas al cuestionario tienen significados idénticos. Sin embargo, los tres postulados aludidos, y el consiguiente principio de equivalencia, responden a una tensión idealizadora que a menudo tiene poco que ver con la realidad.

La negación metodológica de esos postulados, y del principio que sostienen, permite concebir la encuesta de modo muy diferente: no como lugar en el que se dan cita un conjunto de significados objetivos y universalmente compartidos, sino como instrumento de refracción de los significados sociales, de diferenciación entre las concepciones cualitativamente distintas que los sujetos producen acerca de la realidad social. Desde esta perspectiva, la encuesta sería un medio de disección sociosemántica que permitiría detectar los universos simbólicos en concurrencia producidos por los distintos grupos presentes en una determinada población.

1. INTRODUCCION.

El análisis sociológico llamado estructural (Ibáñez ) ha venido asumiendo como método operativo propio, adecuado a su enfoque epistemológico característico, un conjunto de técnicas de investigación específicas -fundamentalmente, el grupo de discusión y el análisis del discurso. Son éstas, sin duda, las técnicas que permiten captar de manera más inmediata los patrones de significación que dan sentido a la vida social. Desde la perspectiva que se comenta, esos patrones constituirían la estructura simbólica -el espacio más o menos difuso de significados- que guía las interacciones sociales, y representarían, por tanto, la urdimbre misma de las sociedades humanas. Sería, sin embargo, un error pensar que la perspectiva estructural-cualitativa debe restringir su panoplia metodológica a las técnicas aludidas.

El grupo de discusión, y los diversos procedimientos de análisis del discurso, son un instrumento probablemente insustituible con vistas a la detección de las configuraciones semántico-pragmáticas presentes en -o, más bien, constitutivas de- los diversos contextos sociales. Pero también otras técnicas, convenientemente recicladas, pueden resultar útiles en este sentido. El propósito de esta comunicación es mostrar que la propia encuesta estadística, tradicionalmente concebida como paradigma y encarnación del enfoque metodológico llamado cuantitativo, podría ser una de esas técnicas de investigación social reciclables para su uso en una perspectiva cualitativo-estructural.

2. LA ENCUESTA POSITIVISTA.

En realidad, cabría concebir el punto de vista al que se suele dar el nombre de 'cuantitativo', como la traducción metodológica de una cierta perspectiva epistemológica, la positivista. Una perspectiva que, a su vez, representa la traslación, al ámbito del análisis sociológico, del marco categorial propio de la física clásica. Se trataría, desde luego, de una traslación considerablemente reducida y rudimentaria, que deja fuera las nociones más potentes de la mencionada disciplina -así, los principios de conservación, o el concepto de campo-; pero el espíritu es en el fondo el mismo: la realidad (física por un lado, social por otro) se compone de ciertos objetos o unidades últimas (partículas, individuos). Tales objetos se definen por determinadas propiedades inherentes (masa, carga eléctrica..., nivel de renta, edad...). Esas propiedades se conciben como variables capaces de asumir un cierto rango de valores (a ser posible, valores métricos continuos: las citadas variables se interpretan así como magnitudes). Toda unidad básica o atómica (partícula, individuo) es, en principio, sujeto natural y necesario de todas las referidas variables, que en ella asumen un determinado valor característico. Las unidades son, por tanto, cualitativamente homogéneas con respecto a las variables en cuestión. Sin embargo, y aunque pertenecen de manera inherente a cada unidad atómica, tanto esas variables como sus valores concretos existen, por así decirlo, de manera objetiva: las unidades básicas en las que están presentes son sujetos pacientes -no agentes- de las mismas.

La tarea de la investigación social, desde esta perspectiva, es relativamente simple: consiste en establecer la distribución de los valores de las variables en las correspondientes unidades, así como las correlaciones existentes entre las distribuciones particulares de las distintas variables. De ahí que Ibáñez haya denominado 'perspectiva distributiva' al enfoque positivista tal y como es metodológicamente aplicado a las ciencias sociales. La perspectiva distributiva -o, dicho de forma más explícita, distributivo-correlacional- tiene en la encuesta estadística su concreción operativa ejemplar.

La encuesta estadística de inspiración positivista es un instrumento de análisis sociológico extraordinariamente poderoso. Determinados aspectos de la realidad social -tal vez los más superficiales, en el sentido, por ejemplo, de Sewell - parecen prestarse con especial docilidad a sus requerimientos epistémicos. Pero las limitaciones de este método de investigación social son también notorias, y sugieren cada vez con mayor insistencia que la eficacia de su uso depende, en el mejor de los casos, de unas "condiciones de contorno" (boundary conditions) altamente complejas e inestables. Veamos cuáles son las causas de la inopinada volatilidad que exhibe, en tantas ocasiones, la técnica que mejor encarna la traducción del fértil proyecto baconiano al terreno de la investigación social.

3. LA ENCUESTA COMO INSTRUMENTO DE OBSERVACION.

La encuesta estadística podría concebirse, en principio, como un dispositivo de observación similar a otros dispositivos observacionales utilizados por la ciencia natural. El propósito de ese dispositivo de observación sería -de acuerdo con el marco epistemológico positivista que presupone su uso- producir mediciones de ciertos valores supuestamente objetivos. Mas repárese en que, a diferencia de lo que ocurre con los dispositivos observacionales que son típicos de las ciencias de la naturaleza, la encuesta suele ser un mecanismo observacional, por así decirlo, de "orden superior": un mecanismo observacional que suscita en su objeto, a su vez, procesos de observación. Ciertamente, es posible realizar encuestas que sean, en este sentido, de "primer orden". Es decir, encuestas que incluyan un único nivel de observación: se trataría de estudios en los que el único observador sería el sujeto epistémico, individual o colectivo -quien o quienes realizan la encuesta.

Por ejemplo, supóngase que un equipo de encuestadores inspecciona directamente una muestra de hogares tomando nota de los electrodomésticos presentes en ellos, o sigue a los miembros de esas unidades familiares a lo largo del día, estableciendo así, por observación inmediata, sus actividades típicas. Las encuestas resultantes contendrían, desde un punto de vista observacional, información "de primer orden" -en términos más sencillos, esa información sería realmente "de primera mano". Desde luego, los procesos de observación de 'primer orden' no están libres de problemas epistemológicos, a veces peliagudos. Así, para seguir con el ejemplo, si se trata de determinar por inspección directa los electrodomésticos que existen en una muestra de cierta población de hogares, es preciso, entre otras cosas, que el 'sujeto epistémico' -quienes diseñan y realizan la encuesta- establezca definiciones operativas precisas de lo que se entiende, al menos, por 'electrodoméstico' y por 'hogar'. No obstante, esos problemas pueden resolverse de forma relativamente expeditiva apelando a criterios, sobre todo, de índole pragmática.

En este punto, conviene realizar algunas precisiones que no podrán justificarse debidamente dentro de los límites exigibles a esta comunicación. En primer lugar, toda observación es realizada por un sujeto observador . A este respecto, no hay observaciones puramente "objetivas". Todas remiten, se quiera o no, a algún sujeto. Pero el observar es una forma de la acción. Observar no es abrir los ojos y dejar pasivamente que las cosas transiten ante ellos. Es mirar, escrutar la realidad con una intención que da forma a esa realidad, haciéndola así, en principio, inteligible. Toda observación es, en el fondo, obra de un sujeto pragmático, de un agente que tiene la facultad de controlar y dar sentido a sus observaciones según criterios, en última instancia, pragmáticos. Si no supiéramos en absoluto para qué observamos, no podríamos, en efecto, observar nada. El sujeto epistémico que utiliza la encuesta como instrumento observacional es, pues, congénitamente y en línea con las afirmaciones anteriores, un sujeto pragmático. De ahí que pueda estar capacitado para definir y controlar sus observaciones a través de decisiones pragmáticamente determinadas.

Ciertamente, ese sujeto epistémico es a menudo un colectivo de individuos -pueden ser varias, posiblemente muchas, las personas que participan en la realización de la encuesta en todas sus fases. Por ello, todos esos individuos debarán asumir las mismas decisiones, y actuar disciplinadamente, si quieren que el sujeto colectivo que constituyen mantenga un nivel de coherencia adecuado como tal sujeto. El logro de esa coherencia, y su mantenimiento, no resulta fácil. Pero es un problema cuyo tratamiento estorbaría el argumento principal que nos ocupa. A pesar de que es posible utilizar la encuesta estadística como instrumento de observación de 'primer orden', la mayoría de las encuestas que se realizan son dispositivos observacionales 'de orden superior', en el sentido ya apuntado. Los encuestadores son, de hecho, entrevistadores: en vez de inspeccionar directamente los electrodomésticos presentes en los hogares, o las actividades realizadas por la gente a lo largo del día, suelen preguntar al respecto a las personas que presumiblemente utilizan esos electrodomésticos, o a las que supuestamente realizan tales actividades. De ahí que el texto que formaliza la encuesta reciba el nombre de cuestionario -y no el de 'protocolo de observación', o algo parecido.

Ahora bien, la diferencia que existe entre adquirir cierta información por observación directa y hacerlo por medio de una pregunta no es baladí. Pues dirigir una pregunta a alguien supone, inevitablemente, invitar al interpelado a que adopte una posición de observador, a partir de la cual pueda generar una respuesta. Imaginemos que preguntamos a alguien acerca de sus actividades a lo largo del día. El interrogado debará sin duda autoexaminarse, repasando mentalmente sus acciones típicas cotidianas, para formular una respuesta fiel. Así, el encuestador que administra un cuestionario debe, de entrada, persuadir al entrevistado para que, como mínimo, se auto-observe con el fin de suministrarle la información que busca. En el caso de la encuesta estadística típica, pues, la observación del objeto investigado exige abrir en el interior de ese objeto espacios propios, internos, de observación. Y este hecho entraña una diferencia radical entre la encuesta sociológica estándar y los instrumentos de observación -desde el microscopio a la cámara de burbujas- que las ciencias de la naturaleza utilizan.

Recuérdese que, como ya se ha sugerido, toda observación es obra de un sujeto. Y no de un sujeto a medias, sino de un sujeto dotado de todas sus potencialidades como sujeto pragmático, como agente hecho y derecho. Inducir la auto-observación de los encuestados significa, inevitablemente, dar completa beligerancia a su condición de sujetos pragmáticos, de agentes en toda la intensión de la palabra. Implica, entre otras cosas, que estos sujetos evocados por el propio instrumento de observación puedan realizar no sólo auto-observaciones, sino también, y de manera difícilmente controlable, hetero-observaciones de cualquier tipo. Pueden, por ejemplo, observar al propio entrevistador y calcular sus intenciones, comparándolas con las suyas y actuando estratégicamente en consecuencia: son capaces de devolver la mirada al propio sujeto epistémico que los observa.

La encuesta que se ha denominado 'de orden superior' se define, pues, por una peculiar condición de reflexividad intencional en la relación entre el sujeto investigador y el objeto investigado -precisamente porque esta técnica conjura, de manera inevitable, la pluralidad de sujetos que habitan ese objeto. Y esa 'reflexividad intencional' se traduce y manifiesta como reflexividad onto-lógica -es decir, como interferencia y reflexión mutua entre la diversidad de discursos acerca de la realidad que se dan cita en la encuesta. Vista desde este punto de vista, la encuesta es la forma monológica de una relación dialógica que ella misma suscita y al mismo tiempo prohibe, pero sin poderla anular. Supone el intento de imponer al entrevistado la lógica del encuestador como la única posible, siendo esto en el fondo imposible.

4. LOS SUPUESTOS DE LA ENCUESTA POSITIVISTA.

Para la perspectiva metodológica positivista, el carácter reflexivo de la encuesta resulta particularmente mortificante, pues esta perspectiva carece de recursos conceptuales capaces de hacer frente al fenómeno. Las ciencias de la naturaleza, que representan de forma más o menos consciente el superego epistemológico del enfoque positivista, desconocen el problema: la naturaleza inanimada puede ser sutil, pero nunca mentirosa. Cualquier inconsistencia entre los resultados de nuestros esfuerzos por conocerla es atribuible, no a una intención aviesa por su parte, sino a un cierto error: bien sea un error teórico nuestro, bien sea un error de medición.

Mas en el caso de la encuesta sociológica estándar (de 'orden superior'), calificar como "error de medición" -como mero "ruido", si se quiere- las aparentes inconsistencias que son en realidad producto de los procesos reflexivos que en ella se producen, no deja de ser un autoengaño edificante. Un autoengaño que se apuntala por medio de varios postulados básicos, si bien casi siempre implícitos. En primer lugar, el postulado de objetividad. Se presupone que las realidades que la encuesta pretende investigar existen "objetivamente", con independencia de la percepción que tengan de ellas los sujetos individuales. Como la velocidad de una partícula, o su masa, esas realidades se entiende que "existen" en sí mismas y, simplemente, se dan o no en relación con cada sujeto investigado. Por ejemplo, la "edad", o el "grado de satisfacción en el trabajo", serían "condiciones objetivas" en este sentido: propiedades (generalmente variables) adscritas sin más a cada individuo.

Este punto de vista ignora que cada sujeto constituye -en realidad, es- una ontología singular; que no hay 'edad' o 'satisfación en el trabajo', sino para Pedro o para Juana. Adviértase que si el encuestador se limitase a constatar esas supuestas realidades objetivas "desde fuera", por pura inspección externa, sin interpelar a los individuos investigados, sería su propia ontología la que daría coherencia a sus observaciones. Pero desde el momento en que da beligerancia -al darles la palabra, aunque sólo sea para responder a sus preguntas- a esos individuos como otros tantos sujetos, está dejando que esa coherencia suya interfiera con otras coherencias distintas y, con frecuencia, inconsistentes con la propia.

En segundo lugar, el enfoque positivista suele asumir el postulado de transparencia: las realidades 'objetivas' que la encuesta intenta examinar son conocidas inequívocamente, y de manera pragmáticamente homogénea por los individuos que interroga. Es decir, son realidades con el mismo grado de accesibilidad, desde el punto de vista de su conocimiento, para esos individuos, y son igualmente relevantes en términos pragmáticos o agenciales. Así, la noción de 'interrupción voluntaria del embarazo' significaría lo mismo para hombres y para mujeres, para personas en edad de procrear y para las que no están ya en esa edad, etc. Naturalmente, el 'postulado de transparencia' es el complemento gnoseológico o cognoscitivo del 'postulado de objetividad', y permite afirmar la vigencia de este postulado en relación con las respuestas a la encuesta.

Por último, el punto de vista positivista hace suyo el postulado de universalidad: el conocimiento de las 'realidades objetivas' que la encuesta investiga se da de manera generalizada entre los individuos interrogados. Por supuesto, este postulado resulta refutado casi siempre en la práctica, a través de la ominosa ausencia de respuestas -los famosos 'no sabe/no contesta' que son la pesadilla de los encuestadores. Mas obsérvese que esos vacíos se conciben como "missing values" que, en principio, podrían recuperarse: esos valores se entienden más como implícitos que como inexistentes. De ahí la insistencia de los encuestadores en repescar de alguna forma tales valores, y las sutiles técnicas que emplean para ello -para reconstruir esos vacíos que ponen en cuestión el conocimiento o la relevancia universal de las cuestiones que formulan.

Sólo a partir de la asunción más o menos consciente de esos postulados, tiene sentido afirmar el principio de equivalencia en el que descansa el análisis estadístico de los resultados de la encuesta. Un principio según el cual respuestas idénticas al cuestionario tienen significados idénticos. Este principio de equivalencia permite agrupar estadísticamente las diversas respuestas-tipo obtenidas, que pasan a ser consideradas como meras unidades indistinguibles del mismo concepto. Tales respuestas pierden así su conexión original, orgánica e idiosincrásica, con los sujetos individuales que las emitieron. Naturalmente, ese significado único, normalizado y agregable que asumen las respuestas, es el atribuido a las mismas por el sujeto epistémico -quien diseña, realiza e interpreta la encuesta.

La concepción positivista de la encuesta, auxiliada por este principio y por los referidos postulados, puede reivindicar, sin duda, notables triunfos en ciertos campos del análisis sociológico. Por ejemplo, en el terreno de la predicción de conductas altamente circunscritas y formalizadas, como el comportamiento electoral. Pero, por una parte, esos éxitos aparecen a menudo empañados por fallos de predicción inesperados y cuanto menos frustrantes. Por otra, es más que cuestionable la capacidad de este marco epistemológico para dar cuenta de fenómenos sociales difusos, semántica y pragmáticamente complejos -presentes de forma no homogénea a lo largo y ancho del cuerpo social. En realidad, la concepción positivista de la encuesta sociológica parece responder a una simplificación idealizadora que desconoce aspectos esenciales de lo que es la forma de constitución peculiar de los procesos sociales, así como de su dinámica. Por ello, tiene sentido intentar una revisión en profundidad de este enfoque. Una revisión que parta de la negación metódica de sus postulados y principios básicos, en la perspectiva de sustituirlos por otros menos disonantes con los fenómenos que se pretende investigar.

5. LA ENCUESTA POST-POSITIVISTA.

Una concepción post-positivista de la encuesta sociológica debería reconocer, de entrada, que la encuesta es ante todo un texto. Es decir, es la plasmación lingüística de una determinada interpretación de la realidad social. Una interpretación elaborada y propuesta por el sujeto epistémico -quien diseña la encuesta-, e implícita en las preguntas del cuestionario. Esta propuesta interpretativa de ciertos aspectos del mundo social -esta particular ontología- se impone de forma en cierto modo imperativa a los sujetos encuestados, haciendo uso para ello de todos los recursos suasorios, retóricos y de prestigio, que en nuestras sociedades tienen la ciencia y el "conocimiento de experto". Pero esa imposición formal del marco interpretativo representado por la encuesta, que se logra cuando se gana la aquiescencia del encuestado a contestarla, no anula en éste su condición de sujeto autónomo: cada individuo sólo puede responder a lo que se le pregunta desde sus pecualiares interpretaciones de la realidad -de acuerdo con su propia coherencia ontológica- y según sus propios intereses pragmáticos.

La encuesta se convierte así en un campo intencional e interpretativo complejo, en el que coexisten de manera conflictiva formas a veces muy distintas de entender una presunta realidad que cada cual percibe a su manera. Hay una "versión oficial", dominante, que representa la ontología elaborada por el sujeto epistémico. Éste puede decretar, por ejemplo, que una 'persona ocupada' es la que realiza trabajo remunerado tantas o más horas a la semana, o que la eutanasia pasiva es distinta de la activa. Esta ontología dominante troquela el texto del cuestionario, al decidir y formular las preguntas dirigidas a los entrevistados . Pero las respuestas de éstos, si bien encorsetadas en las opciones cerradas que se les ofrecen, son en realidad trasunto de sus respecivos intereses y ontologías, a menudo discordantes en relación con las que el encuestador propone. Son respuestas que, por ello, constituyen un texto cualitativamente distinto al formulado en el cuestionario, a pesar de que éste fagocite y asimile ese texto por completo, en el curso del procesamiento estándar de la encuesta.

El reconocimiento de esa condición de texto complejo que la encuesta tiene -un texto cruzado por las tensiones interpretativas inducidas por la pluralidad de sujetos que en ella se expresan-, puede llevar a concebir esta técnica de modo muy diferente a la usual: no como lugar en el que se dan cita un conjunto de significados objetivos y universalmente compartidos, sino como instrumento de refracción de los significados sociales, de diferenciación entre las concepciones cualitativamente distintas que los sujetos producen acerca de la realidad social. Esas diferentes concepciones se ven forzadas a expresarse por medio de la misma estructura de superficie -las expresiones y términos concretos que formulan las preguntas del cuestionario, y predeterminan sus respuestas posibles. Pero la distinta interpretación de -y no simplemente la distinta opción entre- esas expresiones y términos impuestos puede detectarse, sin duda, por medio de técnicas adecuadas.

De hecho, la elaboración de esas técnicas constituye un reto metodológico de primer orden, al que los investigadores sociales de inspiración cualitativa o estructural debieran hacer frente sin prejuicios. La perspectiva denominada cualitativa no tiene por qué dejarle al enfoque positivista el monopolio de un instrumento de observación sociológica tan potente y omnipresente como la encuesta estadística. Al contrario, esa perspectiva ganará en autoconciencia y profundidad epistemológica si aprende a rastrear el sentido de los complejos fenómenos intencionales, interpretativos y reflexivos que inevitablemente entreveran tal intrumento de observación. En este punto, puede ser útil apelar a una analogía tal vez capaz de ilustrar la diferencia entre la concepción positivista, estándar, de la encuesta, y el enfoque post-positivista que se está sugiriendo. Se ha dicho que mientra una cámara fotográfica normal fotografía el objeto que enfoca su objetivo, un holograma fotografía, no el objeto, sino de la luz misma que ese objeto refleja.

De forma similar, un análisis post-positivista de la encuesta no reconstruiría una determinada configuración de significados sociales -enfocada por el sujeto epistémico-, sino la configuración misma de la significación social, tal y como se manifiesta en esa encuesta. Se trata, para emplear otra analogía óptica, de la diferencia que existe entre concebir la encuesta simplemente como una lente o también como un prisma. La lente nos permite enfocar la luz que refleja el objeto, y así visualizarlo. Un prisma óptico permite descomponer las diversas longitudes de onda (colores) presentes en esa luz, haciendo visible su espectro cromático -su composición misma. Naturalmente, ocurre que toda lente es también un prisma: contiene dos planos de refracción que, inevitablemente, operan esa descomposición del espectro. Por ello -y como consecuencia del desigual índice de refracción de los distintos colores- una lente no puede enfocar nunca perfectamente el objeto polícromo que capta: de ahí que en los microscopios se produzca el fenómeno denominado "aberración cromática".

Una encuesta puede considerarse también, en este sentido, como una lente y un prisma a la vez: enfoca las realidades sociales a costa de captarlas de manera semánticamente borrosa, "aberrante". Sin embargo, la concepción estándar de la encuesta, debido a los postulados epistemológicos que asume, ignora los fenómenos de "aberración semántica" que congénitamente produce. Una visión post-positivista de la encuesta, por el contrario, no sólo aceptaría la presencia inevitable de esos fenómenos, sino que los potenciaría con el objeto de mejor conocerlos. Las técnicas que permitirían instrumentar esta concepción post-positivista de la encuesta están en gran medida por descubrir. Pero es posible apuntar tentativamente algunas de ellas.

Una de esas técnicas podría consistir en la medición de lo que puede denominarse la tensión estructural de la encuesta. Los cuestionarios de muchas encuestas tienen una estructura en cierto modo arbórea: determinadas respuestas entrañan preguntas específicas que, a su vez, y según se respondan, conducen a otras preguntas más específicas aún, etc. Las variaciones experimentadas por la proporción de 'no sabe/no contesta' a lo largo de los distintos recorridos que permite el cuestionario, podrían considerarse como un indicio de la 'tensión' que la estructura del mismo genera en los entrevistados. Es decir, cabría entender esas variaciones como expresión de las diversas posiciones interpretativas con que los sujetos investigados abordan las cuestiones que les son propuestas, y de la mayor o menor discrepancia entre esas interpretaciones y la que les impone "oficialmente" el cuestionario. Los diferentes grados de tensión aludidos, a su vez, podrían ponerse en relación con otras características de los sujetos investigados. De este modo, sería posible disponer de cierta evidencia acerca de los distintos campos intencionales que aparecen codificados en las respuestas aparentemente homogéneas inducidas por el cuestionario.

Otra técnica capaz tal vez de iluminar la diversidad de interpretaciones que se expresan en el texto complejo de la encuesta es el análisis sociosemántico. El objetivo del 'análisis sociosemántico' no es otro que el de revelar, de manera intrínsecamente interconectada, la estructura de comunicación de un grupo social dado y, al mismo tiempo, el contenido semántico de esa estructura. Como su nombre sugiere, la perspectiva 'socio-semántica' entreteje en un marco conceptual unitario las dos dimensiones fundamentales de la comunicación humana: la gente que comunica (el aspecto quién de la comunicación) y el contenido comunicado (el aspecto qué de la comunicación).

Desde un punto de vista socio-semántico, los individuos comunican semánticamente a través de conceptos, y los conceptos 'comunican' socialmente a través de los individuos. Los individuos se encuentran (socio-) semánticamente connectados (son unidades potencialmente interactuantes) a través de los conceptos que poseen en común; y los conceptos se hallan socio (-semánticamente) conectados a través de los individuos que los comparten. La idea del análisis sociosemántico se basa en algunos conceptos básicos del Q-análisis, e intenta proporcionar a esos conceptos una interpretación adecuada para el estudio de la comunicación y de la interacción en contextos sociales.

El análisis sociosemántico comienza por establecer tanto las conectividades semánticas (a través de conceptos compartidos) entre los individuos de un grupo, como las conectividades sociales entre esos conceptos (a través de los individuos que los usan). A continuación, las conectividades entre los individuos (a través de conceptos) son interpretadas como medidas de la similaridad semántica de esos individuos, y las conectividades entre conceptos (a través de individuos) se interpretan como medidas de la similaridad social de esos conceptos. Seguidamente, cada uno de esos dos conjuntos de medidas de similaridad, concebidos como conjuntos de valores de proximidad, son sometidos a sendos procesos de escalamiento multidimensional (EMD) no métrico. Cada uno de esos procesos genera un tipo específico de 'mapa sociosemántico': el EMD de las proximidades semánicas entre individuos genera un 'mapa de individuos', y el EMD de las proximidades sociales entre conceptos genera un 'mapa de conceptos'. La ulterior interpretación de las configuraciones características de ambos mapas puede revelar tanto la estructura social como la estructura semántica del grupo de individuos en cuestión.

En principio, el análisis sociosemántico puede aplicarse al estudio de cualquier conjunto de textos producidos inividualmente por los miembros de un grupo cualquiera. Como hemos visto, la encuesta es en realidad un texto complejo, elaborado por el sujeto epistémico que redacta el cuestionario, pero también por todos y cada uno de los individuos que lo responden. Por ello, no parece imposible la aplicación de la técnica sociosemántica a muchas de las encuestas actualmente en circulación, sobre todo a las que intentan sondear las opiniones "profundas" -no meramente "factuales", sino valorativas, actitudinales, etc.- de los entrevistados.

El uso de éstas y otras técnicas podría evidenciar la relevancia de la encuesta como instrumento de análisis cualitativo de las realidades sociales. Un instrumento quizás complementario de otros que son más asiduamente cultivados por los sociólogos de vocación cualitativa. Pero que podría convertirse, por sus propios méritos, en una útil herramienta de disección, capaz de detectar la estructura de los universos simbólicos que los diversos grupos sociales producen, en una sociedad compleja como la nuestra, de manera a la vez diferenciada y concurrente.

BIBLIOGRAFIA.

Díaz Martínez, C., "Mapas sociosemánicos de grupos de alumnos de octavo de EGB", en Jesús M. Sánchez, (ed.), La sociología de la educación en España. Actas de la I Conferencia de Sociología de la Educación, Madrid, 1991.

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Sewell Jr., W. H., "A Theory of Structure: Duality, Agency, and Transformation", American Journal of Sociology, Vol. 98, núm. 1, julio 1992, pp. 1-29.

Pablo Navarro, página personal

Última modificación el 11-2-1997
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